Las primeras cerámicas romanas difundidas hacia occidente, enlazan directamente con el mundo mediterráneo y proceden de tradiciones helenísticas. Los sucesivos procesos de conquista, ocupación, explotación y colonización de la Península Ibérica tienen en estos objetos alfareros su más abundante fuente de información para que los arqueólogos identifiquen y reconstruyan la dinámica de los yacimientos de esa época tan cambiante como fueron los siglos II y I antes de Cristo.